Estudio y muestra fotográfica presentan la realidad social de los campos mineros de extracción ilegal de oro.
Zoë Massey
La llamada “esclavitud moderna” existe en el Perú, especialmente alrededor de las mafias de la minería informal en la selva. Las víctimas suelen ser niñas y mujeres de comunidades rurales de la sierra, llevadas con engaños a Madre de Dios. Su recuperación es muy difícil y costosa.
Hace unos meses, un amigo puso en su Facebook que una sobrina suya había desaparecido en la selva, una niña de no más de 15 años. La encontraron cuando una pareja se la llevaba. Por cuestión de horas, ella se había salvado de ser una cifra en el escalofriante récord nacional. Y esto pasa todos los días, mientras lees esto, alguna niña o niño está cayendo en la mafia de la trata de personas.
Hablamos de tráfico de personas, trata de blancas, prostitución, trabajo forzado o explotación sexual, pero “trata de personas” es un término más preciso: en el momento que se capta, transporta, retiene a una persona a fin de explotarla sexual o laboralmente, sumando que a esto se ejerce contra ella con violencia y coerción, hablamos claramente, de un caso de trata de personas. La llamada hoy “esclavitud moderna”.
En nuestro país, Madre de Dios tiene el primer lugar en trata de personas. Solo en mayo del 2018 se registraron 329 casos de víctimas, en su mayoría mujeres de 13 a 24 años. Trece años… Muchas mujeres son engañadas con la promesa de un trabajo fuera de la ciudad en la que viven. Pero al llegar son usadas como “acompañantes”, las prostituyen y no las dejan salir de ese mundo. Algunas logran escapar, algunas otras tienen hijos a causa de estas violaciones. Porque vamos, si te han engañado, te retienen y obligan a ser “acompañante”, te están violando.
Carmen Barrantes, conocida como la ‘China’, es una reportera gráfica día a día lucha por ser la voz de las víctimas de trata. Esto la ha llevado no solo a tratar con jóvenes abusadas, sino a humanizar de alguna forma al minero informal y entender que todos son parte de un abuso constante. Ella fue de las primeras que salía a la calle registrando los movimientos populares entre los años 75 y 85. Luego fue consultora en planificación social. Para UNICEF diseñó las defensorías comunitarias, que permiten a ciudadanos de buena voluntad actuar como defensores de los derechos de niños, niñas y adolescentes.
Durante su época de consultora dejó la fotografía, pero hace cuatro años volvió con unas fotos de mineros de oro, explotados en condiciones riesgosas para su salud. Hoy trabaja para Terre Des Hommes Suisse en la defensa y promoción de los derechos de los niños.
Nadie que se desenvuelva en el mundo de la prostitución “vive la vida fácil”, como nos hemos muy mal acostumbrado a decir. Han huido del frío, de las heladas y del hambre. Particularmente, las adolescentes explotadas en Madre de Dios son de origen rural de la sierra, no de la amazonía. “Quien bien te quiere no te hará llorar” dice el mail de la ‘China’ al cerrar. Y eso resume todo.
“Necesitan tener voz”
Entrevista a la China Barrantes. Fotógrafa, periodista y consultora. Terres des Hommes Suisse.
El mundo de la trata es una mafia, es violento, es de “hombres”, ¿no te da miedo el medio en el que te mueves hoy?
Sí tengo miedo, pero desde que inicié mi relación con la calle y la fotografía, a los 17 años, cuando tengo una cámara me transformo. La cámara actúa como una varita mágica que me convierte en una mujer empoderada, sin miedo y capaz de enfrentar al mismísimo increíble Hulk. Detrás de la minería ilegal hay mafias que definen las reglas de juego, es verdad. Sí tengo miedo, pero también la convicción de que este mundo paralelo, complejo y sórdido en el que se tejen relaciones de amor y odio, ha atrapado a miles de personas excluidas sin pasado criminal, que necesitan tener voz. Por ello, salvo una incursión en un bar en el marco de un operativo policial y fiscal, mi contacto ha sido directo, sin contingente policial. Tal vez esta convicción es lo que me protege, pues no solo no me sumo a la estrategia de convertir en criminales a todos aquellos que viven en torno a los campamentos mineros, sino que además saben que estoy dispuesta a darles voz. Son personas arrinconadas por un sistema económico que creció pero que excluyó a los pobres de toda la vida. Esas personas necesitan tener voz, para que no se les satanice e invisibilice y, sobre todo, para que no se pretenda solucionar el problema con la bota militar o policial.
¿El estado llega de alguna forma a ellos?
El Estado sí llega a las sobrevivientes con muchas limitaciones. El nuevo Plan Nacional es un instrumento esperanzador, pero la realidad es que la asignación presupuestal no conversa con el enfoque de centrarse principalmente en la víctima. Debo decir que la intervención con sobrevivientes es compleja, cara y larga. Por lo menos en el Cusco resulta carísima, pues ellas provienen de lugares remotos. Solo hacer una visita familiar podría tomar dos o tres días, yendo y viniendo por río, y costar más de mil soles.
¿Cuál es tu meta personal en este camino? ¿Cómo llegar a ella?
Mi meta personal ( que comparto con mi institución) es contribuir a que se implemente la política de apoyo a las sobrevivientes anunciada en el Plan Nacional. Toca la tarea, no siempre grata, de ir contra corriente visibilizando en qué situación se encuentran luego de su rescate.
¿Hay algo que quieras decirnos a quienes estamos tan lejos y tan ajenos a este lado de Madre de Dios?
Qué sumemos todos y todas para que palabras como felicidad, esperanza, libertad y dignidad sean una realidad para las víctimas de trata de personas, mujeres y hombres adolescentes, marginados del boom económico, excluidos, despreciados por generaciones de los beneficios de la República. Que sumemos para construir una nación que trate por igual a la gente de todas las sangres, en la que la felicidad sea posible para todos.